Padre Arturo D’Onofrio
Haciendo un salto en el tiempo hasta el 8 de agosto de 1914, nos reportamos al nacimiento de nuestro fundador, sus padres fueron Luis y Clara Fusco, sus hermanos Pedro, Angel y Maria, en Visciano, provincia de Nápoles. Una sensibilidad precoz caracteriza su infancia mientras en él crecía el deseo de entrar en el Seminario de Nola. En su ánimo adolescente se empezaron a advertirse los primeros impulsos misioneros que lo llevaron a ingresar en el Pontificio Instituto Misiones al Exterior (PIME) de Milán. Pero el sueño de Padre Arturo de convertirse en misionero desvaneció: el médico del PIME sentenció que el joven seminarista, por motivos de salud, no podía ir en tierras de misión. No faltaron en esas circunstancias brazos paternos dispuestos a acogerlo. Con ánimo abierto el joven seminarista se sintió confortado y acogido por Monseñor Egisto Melchiori obispo de Tortona, que antes había sido obispo de Nola y conocía ya el joven seminarista. Su permanencia en Tortona, sirvió para confirmar su orientamento espiritual, gracias a varios contactos con algunos santos apóstoles del momento. Tubo la oportunidad de conocer personalmente San Luis Orione; Varias veces visitó los lugares de San Juan Bosco, del cual brotó su intenso amor por la juventud. San Juan Calabria fue su director espiritual y también fueel primero a impulsarlo en la realización de su sueño apostólico es decir: «ayudar a los jóvenes y niños necesitados del sur de Italia, donde las necesidades eran más urgentes. Después de su ordenación sacerdotal, que se celebró el 12 de marzo de 1938, en el Santuario del Sagrado Corazón de Stazzano (AL), comunicó su propósitos a su Obispo, Mons. Melchiori, que en ese momento pensó que se trataba de una bella ilusión juvenil. Padre Arturo pidió, entonces, a su Obispo un periodo de reposo en su pueblo natal. Al mismo tiempo pidió al Señor «un signo de su voluntad» porque, conmovido por las vidas destrozadas de miles de niños, huérfanos de la guerra, sentía l’urgencia de iniciar su opera y al mismo tiempo no quería, de ninguna manera, desobedecer su Superior. El signo llegó: Los Alemanes en su retirada, con la «línea gótica», dividieron Italia en dos partes, de esta forma Padre Arturo non pudo regresar a Tortona Fue en aquella Navidad del 1943, que nació la Pequeña Obra de la Redención y las puertas de su casa paterna se abrieron al primer niño necesitado de amor y de cuidados. Fue el primero de una multitud interminable, que se encuentra en muchas naciones y que en el curso de los años encuentra su lugar en la familia diseñada por la Providencia. Desde sus inicios la Obra fue confiada a la materna protección de María Santísima Consoladora del Carpinelo, título con el cual la Virgen viene venerada, desde hace varios siglos, en Visciano, de hecho la ferviente devoción del Padre Arturo hacia la Madre Celestial hizo que Ella se convirtiera en la guía de su Obra. Gracias al don del primer terreno que Mons. Camerlengo, Obispo de Nola, le regaló al Padre Arturo, se inicia la construcción del «Villaggio del Fanciullo» que fué inaugurado en noviembre de 1949, un signo de amor que fue construido gracias a la prodigiosa “Marcha de las Piedras”, un peregrinaje de amor y penitencia, promovido y organizado por el da Padre Arturo, con el cual fueron llevadas las piedras a pie, desde Schiava (ca. cinco kilómetros de Visciano), para la construcción del «Villaggio». Cada vez que el Padre Arturo construía un nuevo Instituto en Visciano, las piedras recomenzaban a “caminar”, un signo de amor que se repitió 14 veces durante estos años. Pocos años después surgían en varios paese del sur de Italia otros Institutos que asistían los más necesitados (niños, jóvenes, minusválidos, ancianos….). Que se transformaron en un signo evidente de la Divina Providencia. El Padre Arturo se dió cuenta que para que esa semilla de amor pudiera dar fruto era necesario que almas devotas dedicaran su propia vita al servicio se sus hermanos. Guiado, entonces, por el Espíritu Santo fundó dos Congregaciones Religiosas Las Pequeñas Apóstoles de la Redención (1948) y los Misioneros de la Divina Redenzione (1954). El Espíritu Santo continuó a guiar al Padre Arturo inspirándolo para que la Obra fuera Misionera, de hecho en el 1971 partieron los primeros misioneros para Colombia en donde ahora centenares de niños, jóvenes, y ancianos necesitados, son asistidos por las Hermanas y por los Misioneros. Después de algunos años el Padre Arturo fundó otros institutos en Guatemala, El Salvador, India y México. El 3 de noviembre de 2006 el Padre Celestial quiso abrirle las puertas de su Reino Glorioso donde ahora goza de la beatitud eterna, del premio que se mereció, con una visa santa completamente dedicada al anuncio de la Divina Redención a todo el mundo y en particular a la juventud pobre y abandonada. |
Su regreso a la Casa del Padre Noviembre 5 de 2006